viernes, 16 de diciembre de 2011

La vida sigue, por algo dicen que es un camino. Y como en todo camino, tenemos todo tipo de compañeros: esos que te lo hacen más ameno, otros más cansino, algunos te dan la mano cuando tropiezas con alguna piedra, o curan tus heridas (pues los pies duelen de tanto andar). Los hay que te enseñan cosas, como a apreciar las pequeñas cosas, o a saber más de cualquier cosa: un monumento, una vieja historia, un mito, una leyenda… Otros aprenden de ti, te piden consejo, te necesitan para que ahora les des tú la mano. Pero los más importantes son aquellos que aunque el camino se tuerza, se haga cuesta arriba, llueva, nieve, venga un temporal, van a estar ahí para cogerte de la mano y recordarte que están contigo en este viaje. Son los que encuentran por ti la fuerza que te hace falta para seguir, para encontrar esa reserva de oxígeno que te permite continuar; y sabes que son ellos los que marcan contigo las huellas que recordarás para siempre, que no sólo se quedarán en una anécdota, que los necesitas para recordarte que son imprescindibles. A veces miras atrás, y recuerdas a todos esos compañeros que te acompañaron en algún momento, y también te recuerdas a ti mismo mirar adelante, dónde te esperan ellos, con una sonrisa, y un: “Vamos, aún queda por vivir.”




M.

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